Desde la comunidad primitiva hasta el surgimiento del salario moderno, la humanidad desarrolló diferentes sistemas productivos para garantizar sus medios de supervivencia y de reproducción de la vida. Las discusiones actuales en el marco de la nueva fase del sistema capitalista financiero y digitalizado, y su impacto en el mundo del trabajo. ¿Qué lugar ocupa la discusión del Salario Básico Universal en Argentina?
El surgimiento del salario moderno
A lo largo de la historia, las personas han ido transformando la naturaleza con el objetivo de producir y consumir sus propios medios de subsistencia. La forma particular que toma el conjunto de actividades realizadas por una sociedad para producir, es lo que comúnmente se conoce como sistema económico-productivo. Estas formas de organización social, fueron desde las más precarias y homogéneas asociaciones humanas, como el caso de la “Comunidad Primitiva”, hasta las más complejas y heterogéneas, como es el caso del sistema capitalista actual.
Las formas de producción y los sistemas políticos fueron cambiando a lo largo de la historia, pero hay algo que no cambió: lo único que transforma la naturaleza para satisfacer las necesidades humanas es el trabajo. En cambio, la relación que han tenido los trabajadores con sus “amos”, “señores feudales” o “capitalistas” sí ha ido cambiando de forma.
Durante la esclavitud, el esclavo no recibía un salario, pero su amo debía alimentarlo para mantenerlos en condiciones físicas propias para el trabajo. Durante el feudalismo, el ciervo ya no pertenecía al señor feudal, pero estaba atado a su tierra y obligado a pelear en su nombre. Aún así, poseía cierta libertad para labrar parcelas propias. Fué con los artesanos, a principios de la Edad Media, que algunos trabajadores alcanzaron la posibilidad de vender en el mercado los productos que elaboraban con su trabajo y sus herramientas.
Recién durante de la Revolución Industrial surgida en el Siglo XIX, se desarrollaron las bases del salario moderno y su administración. Desde entonces, el salario en el sistema capitalista, es la parte del dinero que recibe el trabajador como remuneración y que le sirve exclusivamente para intercambiarlos por meros medios de subsistencia.
El sistema capitalista financiero y digitalizado
En sus poco más de 200 años, el sistema capitalista ha ido atravesando distintas crisis y saltos en su escala de producción que fueron caracterizando sus distintas fases. La última gran crisis que atravesamos se remonta al año 2008, producto de la especulación del sector financiero e inmobiliario a través del negocio de las hipotecas subprime. Lo que llevó a que se genere una burbuja de dinero ficticio no respaldada en asiento productivo, que terminó por poner en jaque al sistema financiero dominante hasta aquel entonces.
A partir de ese momento, el capitalismo financiero volcó sus inversiones en el sector tecnológico, y nos adentramos vertiginosamente a lo que algunos analistas llaman una nueva fase del capitalismo, en su forma financiera y digitalizada, caracterizada por la cuarta revolución industrial, y dada por el desarrollo de la big data, el internet de las cosas, la robótica, la inteligencia artificial, las redes 5G, la impresión 3D, y la bio y nanotecnología.
Estas transformaciones producen cambios en el mundo del trabajo, y lo que se observa como tendencia, es una polarización: por un lado, de una mayor demanda de trabajos altamente remunerados y calificados; y por otro lado, empleos de baja o nula calificación y muy baja remuneración. Entre ambos polos se registra una caída de los trabajos con salario de ingresos medios, en general trabajos formales que se precarizan durante la crisis.
La estructura laboral en Argentina
Actualmente, según datos ofrecidos por la Organización Mundial del Trabajo (OIT), en el mundo hay 3.300 millones de trabajadores, de los cuales solo 1.300 millones son formales. Vemos cómo la tendencia a expulsar trabajadores del mercado laboral se sostiene con los años y se profundiza con la crisis que estamos viviendo.
Además, el organismo internacional, en su nuevo “Informe Mundial sobre Salarios 2020-2021”, define que la pandemia de COVID-19 provocó que en el primer semestre de 2020 los salarios mensuales de dos terceras partes de los países se redujeran o crecieran más lentamente; además, es probable que en el futuro cercano la crisis ejerza una inmensa presión a la baja sobre los salarios.
Estas transformaciones están impactando en las posibilidades que encuentran las y los trabajadores de obtener trabajos con salarios que cubran las necesidades básicas. Si rescatamos los datos ofrecidos en un reciente estudio del departamento de Capacitación y Estudios sobre Trabajo y Desarrollo (CETYD) de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), podemos observar que en Argentina durante 1974 uno de cada dos trabajadores tenía un empleo formal en relación de dependencia, y en la actualidad sólo uno de cada tres (37%) se encuentra en esa situación.
En un mundo hiperconectado a través de la red financiera y digital, cualquier cambio producido en las cadenas globales de valor impacta en la estructura productiva, laboral y salarial de Argentina. Según la Encuesta Permanente de Hogares del Primer Trimestre 2022 realizada por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) existen en Argentina un total de 13,5 millones de personas que integran la llamada Población Económicamente Activa, y que equivale al 46,5% de la población total. La desocupación registra un 7%, el equivalente a 900.000 personas.
El resto de las personas que componen esa población se distribuye de la siguiente manera:
- 9,2 millones de personas (73,5%) identificados como trabajadores asalariados, desglosados de la siguiente manera: 5,9 millones con descuento jubilatorio (trabajadores registrados) y 3,3 millones sin descuento jubilatorio (trabajadores no registrados).
- 3,3 millones de personas (23,5%) identificados como trabajadores no asalariados, desglosados de la siguiente manera: 87% trabajador por cuenta propia, 11,3% patrones; 1,7% trabajador familiar sin remuneración.
Complementario a estos datos oficiales, el mismo estudio de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) indica que “5 millones de trabajadores se desempeñan en la denominada economía popular, la cual comprende siete grandes ramas: tareas de cuidado, trabajo sociocomunitario, pequeña construcción, pequeña manufactura (principalmente textil), producción de alimento, reciclado y venta en espacio público”. El estudio también indica que el 98% de estos trabajadores están bajo la línea de pobreza. 1,3 millones son beneficiarias de programas sociales y de empleo, mientras que 3,7 millones están inscriptos en el Registro Nacional de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (ReNaTEP).
Salario, productividad y fuerza de trabajo
En el sistema capitalista, el salario es el dinero que reciben las y los trabajadores a cambio de la venta de su fuerza de trabajo. Pero el salario no representa la totalidad de la fuerza transformadora aplicada por el trabajador durante el total de su jornada laboral, sino que representa solo una parte de esa fuerza de trabajo. Esa parte, siempre representa la cantidad de dinero con el que las y los trabajadores compran solamente sus medios de subsistencia. Nunca esa remuneración salarial permitirá acumular dinero. El capitalista paga solamente los medios de subsistencia, no importa si la productividad del trabajo aumentó 700% o un 1000%. Según la consultora de recursos humanos Adecco, lo que en 1970 se producía en 8 horas, actualmente se produce en una hora y media. Sin embargo, no se observa que el salario haya crecido en la misma proporción o que solo se trabaje una hora y media al día.
Los capitalistas si pueden acumular. De hecho, la acumulación de grandes masas de capital en pocas manos es una tendencia del sistema capitalista. Según un informe de OXFAM, la ONG internacional, “573 personas se convirtieron en milmillonarias durante la pandemia, a razón de un nuevo milmillonario cada 30 horas. En el lado opuesto, este año se espera que 263 millones de personas más se vean sumidas en la pobreza extrema, a un ritmo de un millón de personas cada 33 horas”. Dicha capacidad de acumulación de la riqueza aumenta exponencialmente sus saltos de escala productiva. Cuando se habla de productividad, se hace referencia a la relación existente entre el capital fijo de cada empresa y sus trabajadores, es decir, la relación entre los medios de producción, fijos y circulantes, y la cantidad de trabajo que los ponen en funcionamiento para crear valor. La inversión en capital fijo conlleva a un aumento en la productividad, esto es: con la misma fuerza de trabajo, se produce ahora más productos, o sea, más mercancías, más bienes y más servicios.
La misma causa, el aumento en capital fijo e innovación, trae aparejado un aumento en la tasa de desempleo, ya que se necesitan proporcionalmente, cada vez menos trabajadores y trabajadoras para producir la misma cantidad de mercancías. Esto aumenta el ejército de reserva, y genera la expulsión de grandes masas de trabajadores fuera del sistema laboral formal, además de tensionar a la baja los salarios y las condiciones laborales de los ocupados.
¿Cuánto representa ese salario en Argentina?
En nuestro país el salario promedio bruto en dólares es un 72% más bajo que hace 4 años, y se ubica en valores similares a los del 2003. El Salario Mínimo, Vital y Móvil (SMVM) en dólares se ubica en valores similares a los del 2007 y volvió a ser uno de los más bajos de Latinoamérica.
Según los datos brindados por INDEC sobre el Primer Trimestre 2022, el ingreso medio de asalariados fue de $64.755, existiendo una variación de $79.880 en el caso de trabajadores registrados, y $36.631 en el caso de trabajadores no registrados. Mientras que el ingreso medio de trabajadores no asalariados fue de $53.555.
En Argentina, a julio 2022, una familia tipo compuesta por dos adultos y dos menores necesitó percibir ingresos por $104.216 para no caer debajo de la línea de pobreza. Mientras que, para no caer en la indigencia, el mismo tipo de familia, necesitó contar con ingresos por encima de los $46.525. Estos números se vuelven aún más inalcanzables para el conjunto de la sociedad, si tomamos en cuenta que en los primeros seis meses del año la Canasta Básica Total acumuló un aumento de 36,9%, mientras que la Canasta Básica de Alimentos subió 41,1%.
Según datos obtenidos de la Encuesta Permanente de Hogares de INDEC, el 2021 cerró con un índice de pobreza del 37,7%, con una baja de 4,7% respecto al 42% de 2020, pero 1,8% por encima del 2019 pre-pandemia.
En el mismo sentido, el Observatorio de Deuda Social Argentina sostiene que en 2011 un 12,7% de las personas con trabajo asalariado eran pobres, mientras que en el año 2021 ese porcentaje llegó al 28,2%. El contexto de crisis multidimensional e internacional no parece mostrar un cambio de tendencia, sino por el contrario, según datos brindados por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), durante los primeros tres meses de la guerra en Ucrania, 51,6 millones de personas cayeron en la pobreza, lo que elevó el total global de individuos bajo ese umbral al 9% de la población mundial.
El Salario Básico Universal, ¿un invento argentino?
En la Argentina el Salario Básico Universal (SBU) es un concepto diferente, ya que se está evaluando como un ingreso segmentado para cierto grupo de la población: los “más vulnerables”. Cabe aclarar que dichos proyectos no plantean un salario básico, ya que, siguiendo al Ministerio de Trabajo de la Nación, el salario mínimo vital y móvil al mes de agosto del corriente es de $ 47.850. Sino lo que se plantea es una ayuda universal, tipo ingreso universal básico o planes del Estado.
A principios de mayo, Itaí Hagman, Natalia Zaracho y Federico Fagioli, diputados del Frente Patria Grande, presentaron en el Congreso un proyecto suscripto por 15 legisladores de distintas facciones del partido oficialista Frente de Todos. De los quince firmantes, once son de la provincia de Buenos Aires y dos, incluido Hagman, de CABA.
A mediados de junio el SBU se discutió en la Cámara baja bonaerense con la presencia del ministro de Desarrollo Social provincial, Andrés “Cuervo” Larroque, y de Juan Grabois, dirigente del Movimiento de Trabajadores Sin Tierra.
La vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, termina de instalar el tema cuando propuso, a comienzos de julio en su discurso en Ensenada, discutir “un ingreso universal básico que no dependa del favor de nadie y dé independencia, la gran ventaja de la Asignación Universal por Hijo”, aunque no dio más precisiones.
El 20 de julio dirigentes y militantes de organizaciones sociales, de la Central de Trabajadores de la Argentina Autónoma (CTA-A) y de la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP) desarrollaron una jornada de protestas a nivel nacional en reclamo de la implementación de un SBU, un aumento para empleados públicos y privados y un aguinaldo para beneficiarios del programa Potenciar Trabajo, entre otras demandas.
Según estimaciones de los autores, el SBU abarcaría a 9 millones de personas, cifra cercana a los destinatarios del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE); es decir un sector vulnerable de la sociedad, como las personas que se encuentran desocupadas, están en la economía informal, entre otras opciones.
Según el proyecto lo define como una “prestación monetaria mensual no contributiva y de alcance nacional destinada a trabajadores y trabajadoras de bajos ingresos”, que tiene como equivalente el monto de una Canasta Básica Alimentaria de un adulto, que en mayo último fue de $14.401, según datos del INDEC.
Como contraprestación, el proyecto exige la finalización de los estudios primarios y/o secundarios; talleres de formación profesional y capacitación laboral; talleres de profesionalización del trabajo doméstico o desarrollo de actividades socio comunitarias.
¿El Salario Básico Universal es la salida?
No existen dudas de que el mundo en el que vivimos atraviesa una profunda transformación que impacta de lleno en las formas en que las y los trabajadores se organizan para garantizar sus medios de supervivencia. Hechos como la pandemia del Covid-19 y el conflicto internacional entre Rusia y Ucrania, nos colocan ante el desafío de acabar con las crecientes injusticias sociales.
El salario básico universal no modifica los términos de apropiación de riqueza, no transforma de raíz la estructura antihumanista del capitalismo, sino que apenas compensa – casi de un modo socialdemócrata y keynesiano – el molde del ultraje, posibilitando incluso la supervivencia de este cruel sistema de relaciones sociales de producción.
En nuestro país, al igual que en gran parte del mundo, el aumento indiscriminado de los alimentos, la pérdida del poder adquisitivo del salario por los procesos inflacionarios y el endeudamiento con el Fondo Monetario Internacional (FMI) empobrecieron a la clase trabajadora.
Ante este escenario es inmediato generar mecanismos que permitan al gobierno mejorar los niveles de distribución de riqueza en un país rico y con más de la mitad de su población en la pobreza. El SBU se presenta como una herramienta que ayudaría a contener a amplios sectores de la población, pero debe implementarse acompañada de transformaciones reales que garanticen las condiciones materiales para el desarrollo óptimo de las personas en todo su potencial humano.
Una reforma impositiva, el impuesto a la renta inesperada, la regulación y control del comercio exterior, la construcción del gasoducto Néstor Kirchner, la posibilidad de expropiación de Vicentín para intervenir en la generación de los precios de los alimentos, son medidas concretas que garantizarían la implementación y los recursos necesarios para llevar adelante un SBU, y son medidas que nos permitan discutir la redistribución de las riquezas y no discutir la pobreza. Además que generarían puestos de trabajos formales tan necesarios en los tiempos que corren.
La crisis extrema que estamos viviendo, nos obliga a pensar y trabajar sobre nuevas relaciones de producción, que pongan en el centro la realización del género humano y no su explotación.
Bibliografía:
-Capacitación y Estudios Sobre Trabajo y Desarrollo - CETyD (2022). Empezar por los últimos, seguir por los anteúltimos. Universidad Nacional de San Martín.
- Gómez Bravo, O. (2012). Historia de los salarios. Revista Universidad EAFIT, 3(6), 67–71. Recuperado a partir de https://publicaciones.eafit.edu.co/index.php/revista-universidad-eafit/article/view/1599
-Instituto Nacional de Estadísticas y Censo Argentina - INDEC. Encuesta Permanente de Hogares – Primer Trimestre 2022.
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