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El futuro del trabajo, ¿incluye o excluye?

En el año 2020 la pandemia de la COVID-19 profundizó las transformaciones en el mundo del trabajo por la aceleración de la digitalización de la economía, agudizando la crisis mundial, especialmente en la clase trabajadora, aumentando el desempleo y ampliando las brechas laborales, en especial de género.


Pero no todos fueron perjudicados frente a esta situación, tal es así, que las Big Tech (Alphabet, Facebook, Apple, Amazon y Microsoft), grandes ganadoras, crecieron un 18,22% en sus ingresos y un 36,72% en sus ganancias, mientras que los Estados tuvieron una pérdida en promedio del 4,2% del PBI, en base a los datos publicados por el FMI.

Los trabajadores de América Latina y el Caribe, fueron de los más perjudicados del mundo. Según datos de la OIT, se perdieron 26 millones de empleos en el año 2020 y la tasa de ocupación promedio de la región se redujo de 57,4% a 51,7% (casi 6 puntos). Sin embargo, cuando observamos la tasa de desempleo, vemos que aumentó solo 2 puntos, es decir pasó de 8,3% a 10,6% entre 2019 y 2020. Esto puede explicarse porque el 80% de esos empleos perdidos (alrededor de 20 millones de personas), salieron de la fuerza de trabajo; por lo tanto, si esas personas vuelven a participar de la fuerza laboral, ese porcentaje sería mucho mayor. El hecho de salir de la fuerza de trabajo, significa que 20 millones de personas dejaron de buscar un empleo.

Por otro lado, de acuerdo a datos de la ONU, la economía latinoamericana en 2020 se contrajo un 7,7% del PBI, con el cierre de 2,7 millones de empresas, es decir el 19% del total, principalmente en los meses de marzo, abril y mayo incrementando el desempleo, que afecta desproporcionadamente a las mujeres y jóvenes.


Además de los empleos perdidos, también se produjo una contracción de las horas trabajadas, así como una reducción de los ingresos laborales, que representan 80% de lo que perciben las personas en América Latina y el Caribe, siendo la región, también en este indicador, la que ha registrado las mayores pérdidas a nivel mundial en las horas trabajadas. Estas reducciones se dieron tanto en el empleo formal como el informal, pero en este último con mayor intensidad, y con un alto riesgo de informalización que se suma a los niveles que ya tenían los países antes de la pandemia, de acuerdo a lo que afirma Roxana Maurizio especialista regional en economía laboral de OIT y autora del informe sobre la pérdida de empleo en América Latina y el Caribe.

De acuerdo a datos oficiales de cada país, algunas tasas de desempleos más altas en la región son:

En este contexto, la CEPAL dio a conocer que la región registró cerca del 28% de las muertes por COVID-19 a nivel mundial, pese a que su territorio representa el 8,4% de la población mundial, dando que la emergencia sanitaria profundizó las desigualdades estructurales, además de las carencias y fragilidad en los sectores de la salud, la educación y los cuidados.


A modo de conclusión, podemos observar que las tendencias de cambio estructurales en el sistema productivo global se han acelerado en el marco de la pandemia del Covid-19, que profundizó la digitalización de la economía, dejando como ganadores a las grandes empresas tecnológicas y los grandes fondos de inversión. También ha dejado grandes perdedores, trabajadores y trabajadoras de todo el mundo que perdieron sus empleos y su acceso a los derechos básicos como salud, alimentación, vivienda y un largo etcétera.


Asimismo, aparecen organismos como la OIT y la CEPAL que proponen estrategias de recuperación, pero los hechos demuestran que día a día los caminos elegidos por las grandes empresas y las gobernanzas del mundo van en sentido contrario, profundizando la pérdida de empleos con la consiguiente pauperización de las poblaciones, sobre todo en las regiones “subdesarrolladas”.


Los datos son alarmantes, el futuro del trabajo y de la vida de las personas está en juego. Se deben tomar medidas urgentes para revertir esta crisis y los hechos demuestran que las soluciones no van a venir ni de los gobiernos ni de las grandes corporaciones globales. Las soluciones solo pueden venir de la organización de los y las trabajadoras y su adaptación a nuevas formas de lucha que desde hace años se observan en diferentes partes del mundo.


Por Observatorio Internacional del Trabajo y el Futuro.



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