La productividad laboral y la calidad del empleo en Latinoamérica se encuentra en niveles alarmantemente bajos, una problemática que impacta directamente en el desarrollo económico y social de la región. A pesar de contar con una fuerza laboral numerosa, diversos factores han contribuido a que la productividad se mantenga rezagada, afectando la calidad de vida de las y los trabajadores.
En su informe de Perspectivas Sociales y del Empleo en el Mundo: Tendencias 2024, la OIT destaca que la pobreza extrema y pobreza moderada seguirán aumentando para este año. En la región, las tasas de empleo no han vuelto del todo a los niveles anteriores a la pandemia. El desempleo mundial aumentará en 2024, al igual que las desigualdades, además de que habrá un estancamiento de la productividad. La agencia laboral refiere que tanto las perspectivas del mercado laboral como el desempleo mundial empeorará debido a la fragilidad de la economía global.
Claro está que la desigualdad y el desempleo no se distribuyen de la misma forma en todas los países, la OIT explica que las diferencias entre los países de renta alta y baja se mantienen y cita que mientras que la tasa de brecha de empleo en 2023 era del 8,2% en los países de renta alta, se situaba en el 20,5% en el grupo de renta baja. Del mismo modo, la tasa de desempleo en 2023 fue del 4,5% en los países de renta alta, y del 5,7% en los de renta baja. Sin embargo, los ingresos disponibles han disminuido en la mayoría de los países del G20 y la erosión de los niveles de vida resultante de la inflación “no es probable que se compense rápidamente”, dice el informe.
La jornada laboral y productividad en Latinoamérica
La OIT promueve desde hace años una jornada laboral de 40 horas semanales, con un máximo de 48 horas. Sin embargo, en América Latina, muchos países exceden estas recomendaciones. En Argentina, Costa Rica, México y Perú, la jornada laboral alcanza las 48 horas semanales, mientras que en Colombia es de 47 horas, en transición a reducirse a 42 horas en 2028. Chile y Ecuador han adoptado jornadas de 40 horas, alineándose con las recomendaciones de la OIT.
Pero trabajar más horas no necesariamente se traduce en mayor productividad. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), países como Alemania y Dinamarca, donde se trabaja menos horas anualmente (1.346 y 1.394 horas respectivamente), tienen una productividad por hora trabajada significativamente mayor que en países latinoamericanos como México y Colombia (2.226 horas anuales). Por ejemplo, la productividad por hora trabajada en Irlanda es de 162,5 dólares, mientras que en México es apenas de 24 dólares y en Colombia de 20,5 dólares. Cabe señalar que el organismo internacional mide el porcentaje de productividad como PIB multiplicado por trabajo aportado.
El bajo nivel de productividad en América Latina no se debe a una falta de trabajadores, sino a una serie de factores estructurales y económicos propios de la histórica división internacional del trabajo que llevaron adelante las grandes potencias económicas del siglo XIX y XX.
Esto último se puede observar claramente en el libro de historia de Eric Hobsbawm cuando dice: "La economía de América Latina, desde mediados del siglo XX, estuvo marcada por su papel como proveedora de materias primas y productos agrícolas, con una clase trabajadora que enfrentaba condiciones laborales difíciles y salarios bajos, reflejo de su posición subordinada en la economía global".
El autor también hace referencia a la estructura laboral que se generó desde los países imperiales, cuando dice: "El papel de la clase trabajadora en América Latina, especialmente en el sector agrícola y minero, fue crucial para las exportaciones, pero conllevó condiciones laborales adversas y bajos salarios, reflejando la dependencia de la región en la economía global”. (Hobsbawm, 1994, p. 120 y 203). La historia general de la región marca en lo concreto las condiciones materiales de trabajadores y empresarios en la actualidad.
Algunas causas estructurales
Entre las principales causas se encuentran: falta de inversión en tecnología e innovación, sobre todo para el desarrollo de la actual fase digital del capitalismo que trae un nuevo locus standi virtual/digital. La baja inversión en desarrollo tecnológico limita la capacidad de las y los trabajadores para ser más productivos y de los Estados nacionales para generar más valor.
Además, el informe de la OIT destaca que la calidad de la educación en la región es baja. Según la Evaluación Internacional de Estudiantes (PISA), América Latina se ubica en la mitad inferior del ranking global en Matemática, Lectura y Ciencia. Esto también se traduce en menores habilidades para producir valor.
Otro problema estructural es el aumento de la informalidad laboral, que según la OIT es del 58% de los trabajadores en el mundo. En países como Honduras y Bolivia, esta cifra supera el 80%. La alta tasa de informalidad limita el acceso a capacitación y beneficios laborales, perpetuando la baja productividad.
Sumado a lo anterior, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en su Índice de Mejores Trabajos 2024 destaca que la calidad del empleo en la región es preocupantemente baja, con un puntaje de 41,2 sobre 100.
El índice revela que el 55% de los trabajadores en América Latina y el Caribe tiene un empleo informal sin contrato ni cobertura de seguridad social, y tres de cada diez no alcanzan los ingresos necesarios para superar el umbral de la pobreza. Además, las mujeres y los jóvenes enfrentan mayores desventajas en términos de calidad del empleo, con brechas significativas en comparación con hombres y adultos.
La desigualdad social crece al ritmo que aumenta la pobreza
La riqueza en América Latina y el Caribe está tan concentrada que menos de cien personas, conocidas como mil-millonarios, poseen una fortuna de 480.000 millones de dólares, lo que equivale al PIB combinado de Chile y Ecuador. Estos datos provienen del último informe de Oxfam. Para ponerlo en perspectiva, a un trabajador que gana el salario mínimo promedio en la región le tomaría 90 años ganar lo que un mil-millonario acumula en un solo día.
Desde el año 2000, las fortunas de los mil-millonarios han crecido un 368%, casi seis veces más rápido que el crecimiento económico de la región. Carlos Slim, el mexicano dueño de América Móvil (telecomunicaciones) y de Grupo Carso (finanzas y negocio inmobiliario) acapara el 20% de la fortuna de los mil millonarios seguido de Eduardo Saverin, el brasileño cofundador de Facebook. Son seguidos por empresarios del rubro minero en México y Chile.
La baja productividad y la mala calidad del empleo tienen diversas consecuencias para las y los trabajadores, entre ellas: los bajos salarios y la falta de seguridad social, lo que los deja vulnerables ante enfermedades, accidentes laborales y la vejez; y finalmente, trae aparejada escasas oportunidades de capacitación y desarrollo profesional, perpetuando el ciclo de baja productividad.
Algunos países de la región están tomando medidas para mejorar la situación. En Colombia, el plan de reducción de la jornada laboral no incluye al sector informal, lo que podría aumentar el costo de contratación y expandir el sector informal. En México, se está debatiendo una reforma para reducir la jornada laboral de 48 a 40 horas semanales. Costa Rica está considerando trabajar cuatro días a la semana, distribuyendo las 48 horas en estos días, aunque esta medida no reduciría la cantidad de horas trabajadas.
En contraste, países europeos como Alemania, Reino Unido y España están probando semanas laborales de cuatro días sin afectar la productividad. Por ejemplo, en la prueba más grande de este tipo llevada adelante por 61 empresas del Reino Unido, que involucró a alrededor de 2.900 trabajadores, se realizó reducción del 20% en las horas de trabajo de todo el personal durante seis meses, sin reducción de salarios, y en donde se obtuvieron resultados muy significativos relacionados a sostenimiento de productividad, mejora en la calidad del sueño, reducción del estrés, entre otros.
Mejorar la productividad y la calidad del empleo en América Latina requiere un enfoque integral que incluya la reducción de la jornada laboral, la inversión en tecnología y educación, y la formalización del empleo.
*Esta nota se basa en datos de la OIT, OCDE y el informe "Índice de Mejores Trabajos 2024" del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
**Diego Lorca, Director del OITRAF - Observatorio Internacional del Trabajo del Futuro y Analista Senior de CLAE - Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico
Comments