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Eso que llaman amor, es trabajo no pago

Podemos afirmar que, desde que nacemos y a lo largo de nuestras vidas, todas las personas que habitamos el mundo, hemos contado con una mujer que nos parió, tal vez otras se ocuparon de alimentarnos, cuidarnos, y muchas más desarrollaron todo tipo de trabajos para garantizar nuestra supervivencia. Trabajos invisibles y tan instalados en nuestro sentido común que nadie duda en cuestionarlos, y provoca ciertas resistencias cuando se pretende poner en valor el Trabajo Doméstico y de Cuidados No Remunerado (TDCNR) en términos de riqueza socialmente producida, lo cual resulta clave para comprender la brecha de género en el mundo.

De un tiempo a esta parte, el sistema se encuentra convulsionado y sumergido en una crisis de dimensiones nunca antes vistas. Por lo tanto, los roles asignados para varones y mujeres en la división social del trabajo para la producción de riqueza, también son cuestionados, no solamente en la actualidad, sino que históricamente hubo quienes buscaron visibilizarlo.


La desigualdad de género en el mundo laboral es una realidad que hoy se hace cada vez más patente, donde las mujeres son las más perjudicadas. Esta situación se ve acentuada por la crisis sanitaria de COVID-19. La OIT estima que en el mundo “el 40 por ciento de todas las mujeres empleadas, trabajan en los sectores más afectados ... en comparación con el 36,6 por ciento de los hombres” y que “la brecha de género en la proporción de trabajadores informales en los sectores más afectados es mucho mayor, con el 42% de las mujeres trabajando informalmente en estos sectores al inicio de la crisis, en comparación con el 32% de los hombres” .


La división social del trabajo es un proceso que puede observarse de la mano del desarrollo de las fuerzas productivas, posible de visualizar a nivel nacional en los diferentes sectores productivos como la industria, la agricultura, construcción, etc., y en las diferentes ramas de la producción. A su vez, se corresponde con un determinado modo de producción, que en la actualidad se encuentra globalizado y en una profunda crisis económica y financiera mundial.


Pero a lo largo de la historia de la conformación del sistema capitalista como lo conocemos hoy, puede observarse que el rol asignado a las mujeres estuvo destinado a los trabajos de reproducción de la fuerza de trabajo, es decir, al trabajo doméstico y de cuidados, sin percibir remuneración alguna. Mientras que, a los varones, se les asignó el rol de trabajador que percibe un salario con el cual debe sobrevivir junto a su familia.


Aparece en este esquema la familia como institución que reproduce el funcionamiento de un sistema que establece y asigna roles para la producción de la riqueza, y donde se reflejan también las relaciones de poder. Es decir, el varón al interior de la familia históricamente fue el “jefe del hogar”, mientras que la mujer, es la trabajadora.


Entonces, el TDCNR, tal como lo afirma el informe “Los cuidados, un sector estratégico” de la Dirección de Economía, Igualdad y Género del Ministerio de Economía de Argentina, es el trabajo que permite que las personas se alimenten, vean sus necesidades de cuidados satisfechas, cuenten con un espacio en condiciones de habitabilidad, reproduzcan en general sus actividades cotidianas y puedan participar en el mercado laboral, estudiar o disfrutar del ocio, entre otras.


En este sentido, según datos publicados en el mismo informe, puede verse que “la distribución del TDCNR es estructuralmente desigual: 9 de cada 10 mujeres realizan estas tareas, que significan en promedio 6,4 horas diarias. Ellas dedican tres veces más tiempo que los varones.”


Un dato alarmante presentado en dicho informe destaca que el aporte del TDCNR al PBI es del 15,9 por ciento. La evolución económica de un país, su crecimiento y desarrollo económico, se ve reflejado en el Producto Interno Bruto, que permite medir el valor agregado que se genera en un país.


En Argentina, puede observarse que el máximo aporte al PBI surge del TDCNR, luego sigue la Industria con un 13,2% y el comercio con el 13,0%.


Es importante remarcar que el TDCNR, es realizado en un 75,7 % por mujeres, dedicando 96 millones de horas diarias de trabajo gratuitas a las tareas del hogar y los cuidados, lo que se traduce en un aporte a la economía nacional de $3.027.433 millones, mientras que los varones realizan el 24,3 % de los trabajos, aportando $973.613 millones.


Como se mencionó al comienzo, la crisis de COVID-19 y la situación de aislamiento, profundizó el trabajo de cuidados de personas, quehaceres del hogar y la ayuda escolar significativamente. De esta manera el aporte al PBI del TDCNR durante el periodo de pandemia es de 21,8 por ciento, mientras que las demás actividades decrecen.


Resulta fundamental ante este panorama visibilizar la situación de explotación en la que se encuentran las mujeres históricamente y que en la actualidad se ve complejizada por la crisis sanitaria. Así mismo es tiempo de aunar esfuerzos para que la voz de las mujeres se vea representada en los más diversos sectores de la sociedad, sobre todo las voces de las que pertenecen a los sectores más vulnerables. Será necesaria una gran transformación en nuestra sociedad para desnaturalizar aquellos mandatos sociales que condenan a las mujeres a las sombras del hogar, porque si empezamos a sacar cuentas “eso que llaman amor, es trabajo no pago”.


Por Observatorio Internacional del Trabajo y el Futuro.


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