No es novedad que nos encontramos inmersos en la mayor crisis global de la historia, que se manifiesta en todos los ámbitos de la vida. Crisis económica, financiera, laboral, cultural, institucional, política, psicológica, ideológica, etc. que repercute e impacta sobre todo en las condiciones de vida de la clase trabajadora.
Este contexto, hace visible también la cada vez más desigual distribución de la riqueza socialmente producida en el mundo, donde según cifras publicadas por Oxfam, el 1% más rico de la población mundial tiene más del doble de la riqueza que 6.900 millones de personas.
Estos datos y las condiciones que enfrenta la clase trabajadora de Argentina y del mundo, impone grandes desafíos para los Estados, en cuanto a la implementación de políticas públicas que apunten a generar mejores condiciones de vida para las poblaciones, y que tiendan a reducir la desigualdad social.
De este modo, el debate sobre el tributo a las grandes fortunas se profundiza tanto en Europa como en algunos países de América Latina.
Según un informe publicado por el Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG), si observamos América Latina, se detalla que hay 673 mil personas millonarias, de los cuales, 259 mil millonarios residen en Brasil, 173 mil en México y, entre Chile, Argentina, Colombia, Perú, Ecuador, Panamá y Bolivia acumulan 168 mil millonarios.
A su vez, CELAG destaca que estas grandes fortunas podrían contribuir con un adicional de entre 0,5 y 1% del PBI, es decir entre u$s 25 mil y 50 mil millones.
El debate en Argentina se centra en el proyecto de Ley de Aporte Solidario y Extraordinario de las Grandes Fortunas, que ya tiene dictamen en la Comisión de Presupuesto y Hacienda de la Cámara de Diputados. A partir del cual, según un informe de AFIP, se espera recaudar $307.000 millones (1,1 % del PBI del corriente año), que alcanzaría a un universo potencial de 9.298 personas.
Entre los fines que se establecen para la recaudación se destaca que el 20% será para la compra y/o elaboración de equipamiento e insumos críticos para la emergencia sanitaria, 20% a las pymes, 20% al programa de becas Progresar, 15% para el Fondo de Integración Socio Urbana, destinado a la mejora de salud y de las condiciones habitacionales de barrios populares, 25% a programas de explotación, desarrollo y producción de gas natural.
Asimismo, se vuelve fundamental ponerle fin a la rebelión fiscal de los ricos, avanzando en una reforma impositiva, tal como plantea Ana Rameri y Claudio Lozano en su informe “Terminemos con la rebelión fiscal de los ricos”, la composición tributaria en Argentina recae sobre el consumo y el trabajo principalmente, que representan más del 15% del PBI y casi el 70% de la recaudación, siendo escaso en rentas, utilidades y patrimonios, es decir que el mayor beneficio lo poseen las grandes fortunas.
Sin duda, se hace necesario reducir la gran desigualdad en los países de la región y el mundo, puesto que en tiempos de crisis como los que estamos viviendo, se vuelve cada vez más urgente encontrar respuestas para los sectores más postergados de la sociedad.
Se abre el debate sobre dos medidas que ayudarían a disminuir la desigualdad de la población. Por un lado, el impuesto a las grandes fortunas, que no sea extraordinario, sino permanente, y por otro, una reforma tributaria que establezca el aporte de estas grandes fortunas al PBI en base a los patrimonios, utilidades y rentas que posean. Que los aportes lo hagan quienes más tienen y no la clase trabajadora cada vez más excluida y desprotegida ante el presente contexto de crisis.
Por el Observatorio Internacional del Trabajo y el Futuro
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